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ECONOMIA Y VARIOS-RECOPILACIÓN

Crisis hipotecaria: buscando manchas solares

 José Fco. Bellod Crisis hipotecaria: buscando manchas solares 00:14h. del Viernes, 21 de septiembre.  M.O En los últimos años los portavoces del pensamiento neoliberal han negado la existencia de burbujas inmobiliarias en países como Estados Unidos o España: el exagerado encarecimiento de la vivienda era tan sólo una suave sobrevaloración. Nada peligroso. Más recientemente, esos mismos analistas han admitido que tal burbuja existía, pero que sería absorbida sin problemas por el sistema, ya que las economías nacionales estaban saneadas y presentaban buenos fundamentos macroeconómicos. En otras palabras: sólo cabía esperar un ajuste suave, una desaceleración lenta de los precios de la vivienda sin impacto en el empleo, en el sistema financiero o en el crecimiento económico. Ajuste suave Tal ha sido la consigna repetida una y otra vez a modo de mantra purificador por la intelectualidad que trabaja al servicio del capital. La Banca, las multinacionales… las grandes empresas en general, financian multitud de investigaciones científicas cuya única finalidad es justificar la bondad de sus intereses. Ahora, después de años de negar la irracionalidad de la economía del ladrillo (tan lucrativa para algunos a costa de estrangular las economías domésticas con hipotecas monstruosas), la realidad se impone con toda su crudeza en forma de crack bursátil. Desde principios de año se han sucedido en Estados Unidos las quiebras y suspensiones de pagos de entidades financieras ligadas al negocio hipotecario (New Century, Bear Sterns, American Home Mortgage, Home Banc, etc.…). Su cotización en Bolsa ha sido suspendida. El pasado 8 de agosto el Banco Central Europeo (BCE) tuvo que prestar 95.000 millones de euros a los principales bancos europeos. Un día después el BCE tuvo que prestar otros 61.000 millones. Y a ello hay que añadir el dinero procedente de la Reserva Federal estadounidense. Las primera operaciones fueron préstamos a 1 día al sistema bancario, a finales de agosto ha habido que realizar préstamos a 3 meses, síntoma inequívoco de que el problema está bastante enquistado. La Banca clama: ¡No hay problema, todo está controlado! Pero lo cierto es que algún problema habrá cuando el mismísimo George W. Bush tiene que comparecer con urgencia ese mismo día ante los medios de comunicación para lanzar una señal de calma. La infamia. Básicamente el negocio bancario consiste en vender confianza. La confianza es lo que nos anima a prestar y a pedir prestado. Por eso, cuando se extiende el pánico, los primeros en resentirse son precisamente los bancos. Así que la intelectualidad financiera está buscando una explicación convincente a lo que está pasando pero una explicación que no socave la confianza en el conjunto del sistema: ¡Hay que preservar la fe en los mercados! Es lo que en Economía se denomina manchas solares: explicar los fenómenos económicos mediante variables que no tienen que ver con la economía. De ahí su nombre: en el siglo XIX se popularizó una teoría según la cual el ciclo económico dependía de la influencia de las manchas de la superficie solar en el clima y, por ende, en la agricultura. En definitiva, las manchas solares no son otra cosas que excusas acientíficas para exculpar al sistema. Son los pobres, las familias modestas, las que van a llevarse la peor parte. Perderán por partida doble. De una parte porque muchos de ellos van a perder su hogar ante la incapacidad de pagar las hipotecas. De otra, porque la explicación oficial de la actual crisis les culpa del exceso de crédito hipotecario en condiciones poco solventes: las llamadas hipotecas subprima. Estos individuos han dejado de pagar sus hipotecas llevando a la suspensión de pagos (o a la quiebra) a las entidades prestamistas y a inversores (bancos, Fondos de Inversión…) que habían comprado bonos emitidos por aquellas. ¡Si es que no puede uno fiarse de los pobres! Esa explicación es una infamia porque descarga la culpa de la crisis en quienes son en realidad víctimas del proceso especulativo, escamoteando la responsabilidad de quienes han diseñado un sistema financiero irracional. Una infamia basada en el uso demagógico de los hechos. Las Causas. Lo que verdaderamente está ocurriendo es que el sistema capitalista globalizado es incapaz de seguir financiando el proceso especulativo en el ámbito inmobiliario y en el ámbito bursátil. Desde 1999 los precios de la vivienda (posteriormente los de los activos financieros) han crecido de forma exuberante (parafraseando al Sr. Greenspan) de modo que los precios ya no reflejan el verdadero valor de las cosas. Valor en el sentido marxista del término. La viviendas (tanto las que compran los clientes de hipotecas subprima como las demás) están sobrevaloradas. El crecimiento estadounidense de los últimos años se ha basado en la demanda especulativa de viviendas (comprar para revender) y en la expansión de los gastos militares: es el denominado keynesianismo bastardo. Las principales economías occidentales son incapaces de seguir generando recursos para financiar la demanda especulativa de viviendas: les falta productividad. La gente está empezando a perder sus empleos porque el modelo de crecimiento está agotado y por eso no pueden pagar las hipotecas. El déficit público estadounidense impide seguir financiando una guerra interminable (Irak). El gasto público ya no genera empleo, el sector inmobiliario tampoco. La subida de tipos de interés en Estados Unidos y Europa es un hecho anecdótico, un catalizador que ha precipitado los acontecimientos: aunque no hubieran subido el mercado inmobiliario también se habría derrumbado, sólo que algo más tarde, porque la inflación y las hipotecas se han comido la capacidad de gasto de las familias. Las familias obreras estadounidenses (que aunque no lo parezca, existen) no han causado la burbuja inmobiliaria: son sus víctimas. Han tenido que aceptar de mala gana precios e hipotecas indecentes porque la alternativa era aun peor: quedarse sin hogar. Los defensores del sistema harían bien en preguntarse cómo es posible que el mercado, el bendito mercado, nos haya conducido a esta situación. ¿Cómo es posible que esa prodigiosa máquina de creación de riqueza que es el mercado haya provocado el desplome bursátil más grave de la última década a nivel mundial? Se dice que las agencias de calificación (Moodys, Standard and Poors… ), agencias que se dedican a evaluar el riesgo que supone invertir en una determinada empresa, han funcionando maliciosamente, ocultando información a los ahorradores para no perjudicar sus propio intereses como asesores de la Banca y de las empresas calificadas, de las que proceden buena parte de sus ingresos. También es cierto. Al fin y al cabo la corrupción es consustancial al capitalismo: la codicia, ganar dinero, es el principal incentivo de la organización capitalista como ya se encargó de señalar Adam Smith en La Riqueza de las Naciones. La ausencia de intervención estatal ha conducido al desenfreno mobiliario y a la crisis financiera y es ahora (como siempre) cuando las entidades financieras reclaman intervención pública para sostener el sistema financiero. Han pedido ayuda a los bancos centrales. Mañana pueden pedir que el Estado, vía presupuestaria, tape los agujeros que ellos han provocado. No sería la primera vez. Quizá si el Estado hubiera intervenido cuando le correspondía (penalizando fiscalmente las ganancias especulativas y la acumulación de viviendas, subvencionando la compra de vivienda sólo a las familias modestas, promoviendo vivienda pública en propiedad o en alquiler a precios regulados, etc, etc…) los precios de la vivienda no habrían crecido tanto, las hipotecas no serían tan elevadas y habrían sobrado recursos para financiar más I+D y lograr mayores cotas de productividad. El futuro. Decía Keynes que hacer predicciones en economía es como conducir con la vista fija en el retrovisor. Algo hay de cierto en ello. En este caso los datos del pasado reciente son lo suficientemente elocuentes como para esperar lo peor. La sobrevaloración de la vivienda en España es superior a la de Estados Unidos. La concesión de créditos hipotecarios lleva años creciendo por encima del 20% anual. La morosidad de esos créditos volvió a repuntar en 2006 después de años de descenso. El 75% de los puestos de trabajo creados desde 1999 depende directamente o indirectamente de la construcción. La Banca española (directamente o vía fondos de inversión) tiene importantes intereses en el sector inmobiliario. El crédito hipotecario alcanza ya el 100% de nuestro PIB, el triple que en 1999. Y desde junio ha empezado a destruirse empleo en ese sector. Suma y sigue… Por cierto. Una pregunta para la reflexión. ¿Mantendrá el Gobierno de Zapatero su propuesta de invertir en Bolsa parte del Fondo de Reserva de la Seguridad Social? 

* Doctor en Economía

http://www.larepublica.es/spip.php?article7055   

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