Blogia
ECONOMIA Y VARIOS-RECOPILACIÓN

China, en su senda a primera potencia económica mundial.

China, en su senda a primera potencia económica mundial.
Retos y oportunidades del crecimiento chino (II)

Ramón Tamames

Catedrático de Estructura Económica (UAM)
Catedrático Jean Monnet de la UE



El pasado jueves 4 de agosto publiqué en Estrelladigital la primera de lo que serían dos entregas de esta miniserie sobre “China en su senda a primera potencial económica mundial” —que en la realidad, al final, serán tres artículos—, con el subtítulado de “Un crecimiento espectacular (I)”. Hoy presento la segunda parte, con su correspondiente subtitulado, donde seguiremos viendo los activos de que dispone China para su formidable expansión.

Antes del 2020, de mantenerse el ritmo actual, del 9,7 por 100 de aumento del PIB en 2005, China será la primera potencia económica mundial. Por mucho que la composición de su producto social vaya a seguir estando todavía muy concentrada en los sectores industrial y agrario. En ese sentido, tecnológicamente y militarmente, China aún quedará muy a la zaga de EE.UU., pero con un fuerte sentido de progreso en I+D+i. Como ya al día de hoy lo demuestra la circunstancia de que el país ha entrado, en su economía industrial, en las áreas más avanzadas de la informática, el sector aeroespacial, la biotecnología, etc. Como también está escalando posiciones en investigación en temas agrícolas, energéticos, de urbanismo, transporte, etc.

La demanda de China de energía y de toda clase de materias primas, no deja de aumentar. Y de ahí, la influencia de la República Popular en la formación de los precios internacionales; empezando por el petróleo, cuya cotización se ha duplicado en algo menos de dos años. Por ello, no cabe pensar que esas alzas vayan a ser simplemente coyunturales, pues la demanda del país más poblado del planeta seguirá para arriba; aunque vaya ganándose en eficacia energética, y aunque también se acelere la miniaturización de muchos productos que exijen cada vez menos inputs por unidad de output.

Por otro lado, ya aludimos a ello en el primer artículo de esta serie, el antiguo Celeste Imperio ha pasado a ser el primer destino de la inversión extranjera directa (FDI), con cifras que van aproximándose a los 100.000 millones de dólares anuales. Lo cual no es óbice para que la propia China, a su vez, se haya convertido en una gran adquirente de activos en los mercados mundiales. Sobre todo, con la finalidad de asegurarse el aprovisionamiento estratégico de energía y de productos básicos indispensables, para de ese modo proseguir en su espectacular desarrollo industrial.

Hasta tal punto es firme la tendencia enunciada, que EE.UU. y otros países están oponiéndose a las compras chinas de empresas que a escala nacional consideran estratégicas. Ante lo cual, Pekín reacciona invocando las reglas de la OMC, según los cuales, cualquier empresa de no importa qué país puede comprar otra, con la única exigencia de que el precio que pague por ella sea el más alto de los ofrecidos. Pero eso no ha sucedido en el caso de la National China Offshore Oil Coorporation (CNOOC) en relación con la petrolera estadounidense Unocal, pues en la colocación de esa sociedad han prevalecido las pretensiones de la también estadounidense Chevron. Por el rechazo que de la compra china hizo el Congreso de EE.UU.: al final, Chevron se ha quedado con la cotizada pieza, a un precio menor que el ofrecido por CNOOC. Y en ese sentido, Haier, la principal corporación de electrodomésticos de China, renunció a la compra en EE.UU. de una de las principales empresas del mismo sector, por el temor a crear otro punto de fricción con su mayor socio comercial.

Con tantas críticas como se hacen a China, algo que con frecuencia no se aprecia, es el hecho de que está contribuyendo de manera decisiva a la estabilidad económica y financiera a escala mundial. Con su gran disponibilidad de mano de obra, según vimos en el primer artículo de la serie, y la baratura de sus productos, se está frenando el incremento de precios y salarios en la trama internacional. De modo y manera que a pesar de las alzas del petróleo, la economía mundial sigue creciendo, en contra de lo que pasó en otros tiempos de fuerte encarecimiento de la principal fuente de energía. Con la particularidad adicional de que esa tendencia a una menor inflación ha influido, de manera notable, en el tenor de los tipos de interés, que se sitúan actualmente en las cotas más bajas de los últimos 50 años, en un contexto de gran liquidez. Todo lo cual favorece el crecimiento económico, y no sólo de China sino también de la generalidad de los países; salvo casos como los de Alemania y Francia, que tienen reformas estructurales pendientes. Con inflación, las cosas habrían sido muy distintas.

En las circunstancias comentadas, China se ha convertido —junto con Japón, India y otros países asiáticos— en el gran banquero de EE.UU. En otras palabras, con base en sus ingentes reservas internacionales, esos países, invierten en la compra masiva de bonos del Tesoro de EE.UU. (Treasuries). De forma que el triple déficit norteamericano (comercial, fiscal, y de ahorro), puede seguir creciendo sin mayores problemas a corto y medio plazo. Así, EE.UU. está en condiciones de continuar permitiéndose el lujo de no ahorrar, al tiempo que mantiene altos niveles de consumo. Y también de inversión, no obstante su escasa formación de ahorro.

Las quejas más o menos exteriorizadas por EE.UU. y otros países en relación con los efectos del gran avance económico de China, por su impacto en sectores industriales que se ven golpeados por la deslocalización, no tienen muchas justificaciones, pues se respetan las reglas de la OMC; a las que también está sometida China, que teme por su agricultura y asimismo por un cierto número de sectores industriales en los que aún no se sitúa en punta. Y todo ello, aparte de que por lo menos el 60 por 100 de las exportaciones chinas a EE.UU. se realizan desde empresas norteamericanas establecidas de una u otra manera en territorio de la República Popular, naturalmente con pingües beneficios. En esa dirección, Wal Mart es el caso paradigmático, pues siendo la empresa de mayores ventas en EE.UU., y en el mundo, se calcula que el 60 por 100 de los productos de consumo duradero que vende, los ha adquirido previamente en China, creando así condiciones de precios que resultan muy favorables a los consumidores norteamericanos. En otras palabras, podría decirse que una parte muy notable de la estructura industrial de EE.UU. está en territorio chino, y por eso mismo, las críticas que se hacen, resultan un tanto extemporáneas.

Si como reacción a las aludidas situaciones, y a causa de un análisis equivocado se pusieran cortapisas a China en las relaciones comerciales, no sólo no se resolvería el problema del desequilibrio de intercambios, sino que además, se entraría en una situación difícil de controlar. Pues en el supuesto de que el gran país asiático flexionara a la baja en su crecimiento, se crearían problemas muy serios, no sólo para la propia China (caída de las expectativas de expansión, estancamiento económico, y paro forzoso que iría seguido de convulsiones sociales), sino también para el resto del mundo, que está encajándose día a día con las grandes dimensiones de la mayor economía emergente. Por lo demás, debemos enfatizar en que en un momento como el actual, en que China fia su porvenir de prosperidad al crecimiento económico del pueblo, un cambio en esa dirección podría generar una marcha atrás dramática; haciendo posible un mayor control de la situación por parte de los elementos más duros del Partido Comunista Chino, que haberlos haylos.

Seguiremos la semana próxima, para terminar la miniserie, estudiando las asignaturas pendientes del proceso de desarrollo del coloso asiático.


http://www.estrelladigital.es/articulo.asp?sec=opi&fech=13/08/2005&name=tamames

0 comentarios