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ECONOMIA Y VARIOS-RECOPILACIÓN

Análisis: ¿Es tan difícil decir burbuja?

Análisis: ¿Es tan difícil decir burbuja?

20-10-2004 / 11:27
No hay manera. Desconozco si la dificultad está en la J o en la doble B, pero lo cierto es que no hay forma de que nuestros gobernantes pronuncien una palabra tan sencilla y sonora como burbuja.

Ayer habló Greenspan, uno de mis personajes favoritos (tengo que empezar a pensar sobre qué voy a escribir cuando se jubile), y dijo, a su modo, lo que también balbucean nuestros políticos (nuestros, porque compartimos la misma nacionalidad en el carnet de identidad, pero no porque sienta hacia ellos una afinidad o proximidad especial), que no hay burbuja.

Pero contrariamente a lo que pudiera parecer, hoy no va a cargar tintas contra el presidente de la FED. O mejor dicho, no voy a cargar tintas sólo contra el presidente de la FED, pues Greenspan no el único precursor de esta doctrina nihilista que niega la existencia de la burbuja, ya que maestros y discípulos de esta corriente de pensamiento hay muchos.

¿Hay burbuja? ¡Claro que la hay! (disculpen el grito y las exclamaciones pero éste es un tema que siempre consigue alterarme). Hay una burbuja enorme, gigantesca, una burbuja que amenaza con asfixiarnos y expulsarnos del país. Hay una burbuja de magnitudes escalofriantes que es la burbuja en la que vive la clase política (en vista de los últimos acontecimientos, hay que empezar a incluir en esta categoría a los dirigentes de los bancos centrales), una burbuja transparente que permite a los gobernantes ver con total nitidez la realidad que les rodea, y que a la vez les protege y les sirve de escudo y excusa para mirar hacia otro lado y negar lo evidente. ¿Hay burbuja? ¡Claro que la hay!

Pero volvamos a la otra burbuja, a la inmobiliaria. El otro día llegó a mis manos un folleto informativo de una ONG. En él se indicaba que en muchos países del Tercer Mundo se puede alimentar a un niño con seis dólares al mes, una cantidad irrisoria para los que vivimos en esta parte del planeta, pero inasequible para gran parte de los habitantes de esos países.

Y yo digo, si aquí no tenemos burbuja, que Dios nos coja confesados porque entonces la situación es todavía más grave. Si no hay burbuja, ¿qué diferencia hay entre uno de esos países y el nuestro o el de Greenspan, zonas supuestamente desarrolladas en las que el nivel de recursos de gran parte de la sociedad no le permite acceder a un bien básico como la vivienda?

A este paso, en el próximo viaje que hagamos a Bruselas para exigir fondos para la agricultura o la pesca, nos conviene llenar un poco más el depósito de carburante del avión (no demasiado, que ya sé que el gasóleo anda estos días por las nubes y que se nos puede descuadrar el presupuesto) y hacer una segunda parada en la ONU para pedirle a Kofi Annan que nos incluya en el reparto de los fondos destinados a la ayuda al desarrollo, a ver si los españoles podemos finalmente comprarnos una casa, con el apoyo, la colaboración y la solidaridad internacional.

M.M.

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